Hay muchas razones para el éxito de Linux en el mundo de
la supercomputación, y la primera de ellas es que Linux es algo así como una
variante más de los sistemas comerciales UNIX. Una especie de "primo
hermano" de esas plataformas que dominaban ese mercado y que mantenían
muchas similitudes con esta alternativa Open Source; el paso desde esos
sistemas comerciales (y privativos/propietarios) hacia Linux, aunque
ciertamente no fuera trivial, era mucho más asumible que tratar de migrar todas
esas prestaciones a otras plataformas.
A esas semejanzas y ese origen en común de los sistemas
UNIX y Linux se le unen otros argumentos clave que han hecho de Linux la
alternativa perfecta para este tipo de máquinas:
Modularidad: La capacidad de personalización y la
versatilidad de Linux se basan en su legendaria modularidad. Linux es capaz de
adaptarse a los entornos más reducidos (IoT) y también a los más ambiciosos
(supercomputación) gracias a una arquitectura modular en la que los componentes
van añadiéndose o quitándose según las necesidades.
Un núcleo multidisciplinar: El kernel Linux que da nombre
a todo el sistema operativo es también la clave de esa versatilidad, porque en
él encontramos soporte genérico para todo tipo de tecnologías, tanto aquellas
que afectan al usuario final como las dedicadas a nichos mucho más específicos.
Al compilar el núcleo el usuario o desarrollador puede ir eligiendo qué características
quiere activar, logrando así que el propio nucleo se adapte a las necesidades
concretas de la máquina en la que ese núcleo va a gobernar el resto de
componentes del sistema operativo.
Escalabilidad: La capacidad de un servidor de adaptarse a
cargas elevadas y la eficiencia o las prestaciones con las que lo hace es
también otra de las ventajas de un sistema operativo que como decimos puede
crecer (o decrecer) conforme a las necesidades. No en vano encontramos Linux
tanto en estas supercomputadoras o en grandes centros de datos como en nuestros
smartphones (Android) o incluso en nuestros televisores o microondas.
Open Source: La naturaleza abierta de Linux hace que se
convierta en la alternativa perfecta para que todo tipo de desarrollos puedan
tener acceso total al sistema operativo para adaptarlo a sus necesidades, algo
muy difícil (o imposible) en otras alternativas en las que solo los fabricantes
o desarrolladores originales pueden "toquetear". La maximización del
rendimiento que es posible lograr con Linux hace que los responsables de esas
supercomputadoras puedan ajustar todos los elementos de este sistema operativo
a los recursos hardware específicos con los que cuentan. Una simbiosis
software/hardware que podríamos comparar a la que Apple ofrece en sus
dispositivos.
Coste: Otro de los factores clave es evidentemente el del
coste de las tradicionales licencias, que era altísimo en el caso de sistemas
operativos comerciales y que es cero en el caso de las distintas distribuciones
y variantes Linux usadas en estos supercomputadores. Hay desde luego un coste a
la hora de adaptar esas distribuciones a una supercomputadora en concreto, pero
eso forma parte de esas tareas de maximización del rendimiento.
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